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Crisis institucional, incertidumbre, polarización y degradación de la política

Por Maximiliano Borches. Las elecciones en Estados Unidos cumplieron con la previsión del peor escenario posible, y no –una vez más- con el planteado por las encuestas, que a esta altura solo demuestran su inutilidad. Al cierre de esta nota, los estadounidenses continúan sin saber quién será su próximo presidente y ante la evidencia de una pequeña ventaja de Biden sobre Trump, este último se declaró “ganador” y amenaza con judicializar un proceso electoral, que de cumplirse, profundizará la crisis institucional que atraviesa la primera potencia del planeta. El Imperio Romano de Occidente no solo cayó por la corrupción que lo atravesaba, sino básicamente por el desgobierno y la profunda crisis institucional que reinaba en el otoño de su existencia.

Las elecciones en los Estados Unidos no son un evento político más. Por el lugar que ocupa ese país como primera potencia económica y militar del planeta, marca la agenda política de Occidente, que a su vez repercute en el resto de los países del globo.

Iniciado su proceso electoral, se cumplió con el peor de los escenarios políticos. El más previsible. Al autoproclamarse ganador Donald Trump, y amenazar con judicializar el resultado electoral, no solo denigra a la política. Deja al desnudo la debilidad de la institución democrática liberal, de la cual hace gala el país ubicado al norte de América. Una debilidad que se torna peligrosa en el actual contexto internacional, donde el terrorismo integrista islámico vuelve a acechar, en plena pandemia de covid-19 además. En el último mes se produjeron tres atentados en Francia y uno en Austria por parte de elementos pertenecientes al grupo Estado Islámico/ ISIS, que encendieron alarmas en toda Europa.

Las instituciones democráticas de los principales países occidentales, no pueden darse el lujo de demostrar debilidad en este momento, y por este motivo la sacudida política que atraviesa Estados Unidos perfectamente puede producir réplicas en el resto del mundo, en un momento en que confluyen por doquier enemigos diversos de la democracia liberal, que ha garantizado a las sociedades occidentales las mayores décadas de prosperidad de toda la historia. El destino de quien presidirá en los próximos cuatro años la Casa Blanca está –al cierre de esta nota- en manos de apenas cuatro estados, una vez que los resultados en los demás ya están claros.

El candidato demócrata Joe Biden, que protagonizó menos actos de campaña que su (¿ex?) jefe político Barack Obama (quien encabezó numerosos desde el inicio de la campaña en ese país) tiene grandes posibilidades de victoria. Sin embargo no fue capaz de superar el escaso entusiasmo con el que fue acogida su candidatura.

Por su parte, el actual presidente Donald Trump supo mantener la fortaleza en varios de los principales estados como Florida y Texas, que le dieron la victoria hace cuatro años.

La enseñanza que dejará este proceso electoral, podría convertirse en oportunidad para que los estadounidenses reflexionen seriamente sobre las disfunciones electorales de una democracia representativa del siglo XXI. Por más que Estados Unidos se vanaglorie de sus tradiciones, seguir manteniendo en muchos de los estados mecanismos de votación y recuento de las papeletas tan rudimentarios, solo fomenta situaciones de caos e incertidumbre como la que se está viviendo ahora mismo.

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