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El discriminador título de “El País” de España desnuda su falso progresismo

Por Maximiliano Borches. Para ese medio español, integrante del Grupo Prisa, hay “hombres” y hay “esclavos”. Por lo menos así lo tituló en su edición electrónica del pasado 22 de noviembre: “Un hombre y su esclavo, las últimas víctimas de la destrucción de Pompeya en el año 79”. El artículo da cuenta de un interesantísimo hallazgo arqueológico en Pompeya, Italia; el descubrimiento de dos cadáveres enterrados tras la erupción del Vesubio, en el año 79 de la Era Común. Sin embargo, la utilización del lenguaje como instrumento de dominación, en este caso, intenta naturalizar una concepción aún más peligrosa: el esclavo no es un hombre, su amo sí.

La palabra es el arma más mortífera. No es exagerado afirmar que no hay conquista en la historia de la humanidad, que no se haya hecho a través del lenguaje. La naturalización de los conceptos perpetúa la dominación en todos sus aspectos.

En este sentido, el repudiable título elegido por el diario español “El País”, uno de los baluartes mediáticos ibéricos de la etapa post-franquista, que con los años fue corriendo su línea editorial al centro-derecha, y ahora reclama su pasado “progresista” tras la victoria del demócrata estadounidense Jon Biden, y los anuncios pomposos que realizó en los últimos días tras entrevistar al expresidente estadounidense Barak Obama, chocan de frente con la realidad.

El lenguaje se convierte en hegemónico cuando pretende naturalizar una relación de dominación. Sencillamente, el título “Un hombre y su esclavo, las últimas víctimas de la destrucción de Pompeya en el año 79”, da cuenta de aquel lenguaje imperial utilizado –entre tantas otras potencias y expotencias como España- durante la colonización de América, cuando el tercer instrumento mayor de dominación: la Iglesia Católica, trataba a los integrantes de los pueblos originarios de estas tierras como “simples bestias sin alma”. Es decir, no eran considerados “hombres”. Vale aclarar que el primer instrumento de dominación es el lenguaje, y el segundo la espada.

Al intentar naturalizar que hay “hombres” y hay “esclavos”, no solo se humaniza a los primeros y deshumaniza  a los segundos; se parte de una hipótesis supremacista, y claro está, profundamente racista. No hubo en toda la historia de la humanidad, casos donde no se perpetraran crímenes masivos de poblaciones o colectivos étnicos cualquiera fuera su origen, que no se basaran en estas premisas de profundo desprecio y odio.

Las palabras al ser pronunciadas, y más aún, al ser escritas, inmediatamente generan universos discursivos y transitan con peso propio, con peso decisivo. Es lamentable y repudiable el título elegido por ese medio español, uno de los más leídos en su país, como así también en algunos sitios de América Latina.

El artículo publicado por «El País» de España:

https://elpais.com/cultura/2020-11-21/un-hombre-y-su-esclavo-las-ultimas-victimas-de-la-destruccion-de-pompeya-en-el-ano-79.html

El hallazgo arqueológico en Pompeya

El artículo en cuestión, da cuenta del hallazgo de dos cadáveres de dos hombres; un noble de entre 30 y 40 años y quien aparentemente sería su joven esclavo, de entre 18 y 25, y fueron reconstruido con tanto detalle que se puede distinguir que el primero llevaba una lujosa capa de lana y el segundo una túnica corta, según han informado este sábado los responsables del Parque Arqueológico de Pompeya en un comunicado.

Los restos humanos fueron hallados durante excavaciones que se llevan a cabo en un espacio lateral del criptopórtico, en la parte noble de la villa suburbana de Civita Giuliana, una majestuosa finca de la época del emperador Augusto, que presumía de tener salones y balcones con vistas al mar. El terreno se ubica fuera de las murallas pompeyanas, a unos setecientos metros al noroeste, y en esta área los arqueólogos encontraron en 2017 los restos de tres caballos en los establos, con sus sillas de montar y los arneses. Los dos cuerpos encontrados, fueron sorprendidos por la erupción del Vesubio que en el año 79 de la Era Común destruyó la ciudad romana de Pompeya.

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