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Presionado por la creciente inflación y la debacle de su presencia global, Estados Unidos agita el fantasma de la guerra en Ucrania

En medio de una tormenta político/económica que crece a diario, donde la tasa interanual de inflación en Estados Unidos subió en enero hasta el 7,5% (la más alta de los 40 años) y el desprestigio doméstico y global de la administración demócrata avanza a pasos aún más agigantados, el gobierno estadounidense apela a la vieja receta de agitar fantasmas de guerra muy lejos de su hogar, para desviar la atención de los problemas reales que los atraviesan. Ni siquiera cuentan con el apoyo de la principal potencia económica europea en esta cruzada, Alemania, que se encarga de bajar decibeles a las portadas de grandes medios internacionales sobre una “inevitable invasión rusa”, que no está en la agenda de Moscú.

Por Maximiliano Borches

La superpotencia global ubicada al norte de América, atraviesa un momento de enorme debilidad política y económica, tanto en términos domésticos como en su proyección internacional. Los factores son varios: la crisis económica mundial potenciada por el demoledor paso del Coronavirus afecta a todas las economías del planeta, y es causante –entre otras- de las disparadas inflacionarias en ese país y en los europeos.

Por otro lado, el crecimiento imparable de China, que se encuentra en su máximo apogeo científico-tecnológico, militar, económico y político, debilita la posición estadounidense a escala global. A este dato se le suma la nueva alianza estratégica que crece entre Rusia, China e Irán, que pone en jaque los intereses del país del norte americano y el de sus aliados en Medio Oriente, Asia y Europa.

En términos europeos, la estrategia de Estados Unidos y la OTAN de intentar incluir a Ucrania en sus filas, responde básicamente a limitar el interés estratégico y de seguridad de Moscú sobre las exrepúblicas soviéticas; el control del Mar Negro (Crimea, hoy anexada a Rusia) y de las ingentes reservas de petróleo y gas que se encuentran en Ucrania y Bielorrusia, como también el paso del vital suministro de estas commodities desde Rusia a Europa.

En las últimas horas, el presidente de Ucrania Volodímir Zelenski, (que en todo este tiempo desestima la invasión rusa, aunque sin mucho eco en los grandes medios de comunicación), declaró a través de un video: «Nos dicen que el 16 de febrero será el día del ataque (ruso contra Ucrania). Nosotros lo convertiremos en un Día de Unidad. El decreto correspondiente ya ha sido firmado», sin brindar mayores especificaciones.

Lo cierto es que el problema de fondo es el avance de la OTAN hacia el Este, enciende alarmas en Moscú en este delicado escenario geopolítico y geoestratégico. La OTAN – y Estados Unidos en particular- potenció en las últimas semanas su presencia militar en Polonia y Rumania y pretende hace lo mismo con Ucrania.

En resumen, cuando esta escalada mediático/político/militar se desinfle, Ucrania se encontrará con una varias veces millonaria deuda en dólares y euros, por toda la cantidad de armamentos estadounidense y europeo recibido en estas últimas semanas.

La pregunta central ya comenzó a transitar como un fantasma, por las altas esferas del gobierno ucraniano: ¿Cómo se pagará todo esto?.

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