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71 años del paso a la inmortalidad de Evita Perón: “Nunca la oligarquía fue hostil con nadie que pudiera serle útil»

Por Maximiliano Borches. A 71 años de su paso a la inmortalidad, Evita Perón -figura emblemática de la revolución justicialista-, continúa generando el mismo amor entre los sectores populares y el mismo odio y desprecio entre los representantes de las patronales agro-ganaderas, sus cómplices de la alianza macrista/radical/lilito/neolibertaria, y de sus socios funcionales de izquierda trotskista y otros trasnochados. Autodefinida como “El escudo de Perón”, Evita sintetizó en el corto transcurrir de su existencia física, la mística que toda empresa revolucionaria necesita para consolidar su peso simbólico en el tiempo. Curiosamente, y hasta el día de hoy, entre aquellos sectores progresistas de origen antiperonista que comenzaron a comprender el peronismo, surgió el denominado “evitismo”; una especie de “pasteurización” de la segunda principal figura del Movimiento Nacional Justicialista, a través de la cual intentan desprenderla de su principal figura y mentor: Juan Domingo Perón, generando relatos alternativos a los hechos históricos, para acomodar su figura a cada moda ideológica que va surgiendo.

Evita Perón fue la encarnación de la mística pasionaria que conllevan las transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales del tamaño de la Revolución Justicialista, iniciada por Juan Domingo Perón, de manera casi sigilosa a partir del 4 de junio de 1943, y comenzada a consolidarse para su inevitable concreción política, con el apoyo de las masas a partir del 17 de octubre de 1945.

«Gracias a Perón, estamos de pie virilmente. Los hombres se sienten más hombres, las mujeres nos sentimos más dignas.» (Evita Perón)

María Eva Duarte de Perón, sintetizó en su figura, al igual que Juan Domingo Perón, todo lo que la oligarquía criolla siempre despreció: el origen humilde, la defensa inclaudicable de los desposeídos, la relación de fe entre la praxis política y la construcción de una sociedad más igualitaria, las profundas convicciones, la dignidad, el amor hacia el pueblo y la puesta en vigencia de derechos que hasta el día de hoy se mantienen, a pesar de los variados intentos por destruirlos.

“Yo no quise ni quiero nada para mí. Mi gloria es y será siempre el escudo de Perón y la bandera de mi pueblo. Y aunque deje en el camino jirones de mi vida, yo sé que ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria”, Evita Perón

Nació un 7 de mayo de 1919 en la localidad bonaerense de Los Toldos. Desde allí emigró a la Ciudad de Buenos Aires con el deseo de ser actriz, y lo consiguió.

En 1944 conoció al entonces Coronel Juan Domingo Perón, en medio de la campaña solidaria por los afectados del terremoto en San Juan. Allí, surgió el amor entre ambos, y fundamentalmente, se constituyó una de las parejas más destacadas de la historia nacional.

Por una extraña casualidad, o un misterioso sello del destino, tanto el peronismo como las fuerzas populares y federales de nuestra historia nacional, se vieron potenciadas por parejas que fueron míticas en sus desarrollos transformadores: Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra, Juan Domingo Perón y María Eva Duarte, Néstor Kirchner y Cristina Fernández.

En el año 1947, impulsó y logró la sanción de la ley de sufragio femenino, con la que se consiguió la igualdad política entre hombres y mujeres, a la vez que consiguió también la igualdad ente los cónyuges y la patria potestad compartida, a través el artículo 39 de la Constitución Nacional de 1949, derogada por el criminal golpe cívico-militar-eclesiástico de 1955, en el que una alianza entre los partidos Comunista, Conservador, la UCR y la Armada Argentina, bombardearon la Plaza de Mayo, dejando más de 400 civiles muertos, entre ellos, decenas de niños de escuela primaria.

El 8 de julio de 1948, Evita creó la Fundación Eva Perón, desde donde se llevó a cabo una destacada labor de inclusión social transformadora, que logró sustituir el concepto de «caridad» tan utilizado por la Iglesia como por los sectores de la oligarquía, por el de «solidaridad».

«Si el pueblo fuera feliz y la patria grande, ser peronista sería un derecho. En nuestros días, ser peronista es un deber. Por eso soy peronista. Soy peronista por conciencia nacional, por procedencia popular y por convicción personal y apasionada solidaridad y gratitud hacia mi pueblo» (Evita)

Más tarde, en 1949, creó el Partido Peronista Femenino, que presidió hasta el día de su temprano fallecimiento producto de un cáncer fulminante, el 26 de julio de 1952.

Por esos días, mientras la «Jefa Espiritual de la Nación» yacía en su lecho de enferma, sectores de la oligarquía, en conjunto con militantes de los partidos Comunista, Socialista, conservadores y la Unión Cívica Radical, pintaban en las paredes de Buenos Aires la tenebrosa leyenda: «Viva el Cáncer».

Sus restos descansaron en la sede de la Confederación General del Trabajo (CGT), hasta el golpe cívico-militar-eclesiástico de 1955. Desde entonces, y hasta el retorno definitivo del general Juan Domingo Perón, en 1973 tras casi 18 años de exilio forzoso, su cuerpo fue robado, mutilado y violado. Hasta llegó a ser enterrado bajo el nombre falso de María Maggi de Magistris, en un cementerio italiano. Hoy, su cuerpo embalsamado se encuentra en el cementerio de la Recoleta.

Pasados setenta años, y ante la presencia de un gobierno peronista que pareciera tener el (trágico) destino de travestirse en radical, urge retomar la doctrina justicialista junto al necesario debate sobre la adaptación de ciertos aspectos a este mundo, que indudablemente no fue el de Perón y Evita, pero donde se siguen enfrentando los mismos intereses.

Último discurso de Evita Perón, el 1º de mayo de 1952:

 

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