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16 de febrero de 1953: Perón intentó crear los Estados Unidos de Hispanoamérica y dio el puntapié inicial al Mercosur

Por Maximiliano Borches. El 16 de febrero de 1953 el entonces presidente Juan Domingo Perón viajó a Chile, donde suscribió un acuerdo con su par, el general Carlos Ibáñez del Campo, que consagró la unión económica entre ambos países. Luego se sumaron Brasil, Paraguay, Ecuador, Nicaragua y Bolivia. El objetivo estratégico era la conformación de un espacio de integración político/económico latinoamericano, que contrastara con la hegemonía anglosajona en la región y el mundo (el Commonwealth británico, y la expansión imperial estadounidense, que se encontraba en pleno apogeo tras la Segunda Guerra Mundial). Aquel hecho, bien podría definirse como el puntapié inicial del actual Mercosur. 

El tres veces presidente, y líder popular más destacado de la historia argentina, Juan Domingo Perón, afirmaba que “la única política verdadera es la política internacional”, y así concibió un programa de integración político/económico regional, en el marco de su política de “Tercera Posición”, definida por el mismo Perón el 5 de octubre de 1948 de la siguiente manera: “El imperialismo ruso defiende el comunismo, vale decir, la explotación del hombre por el Estado. El otro grupo defiende el capitalismo, vale decir, la explotación del hombre por el hombre: no creo que para la humanidad ninguno de los dos sistemas puedan subsistir en el porvenir. Es necesario ir a otro sistema, donde no exista la explotación del hombre, donde seamos los colaboradores de una obra común para la felicidad común, vale decir, la doctrina esencialmente cristiana sin la cual el mundo no encontró solución ni la encontrará tampoco en el futuro, porque no creo que para solucionar la miseria el mejor medio sea la guerra, que produce una miseria mayor. No creo tampoco que para solucionar los problemas que el mundo tiene haya que aferrarse a soluciones que han fracasado en los hechos, porque el capitalismo ha fracasado y el comunismo también. Son sistemas sobrepasados por los hechos. Están luchando por una cosa que el mundo en el futuro no podrá adoptar. A esta posición es a la que se ha llamado en este país la Tercera Posición, o sea, el Justicialismo”.

En este contexto, la estrategia de articular un proyecto de unidad continental apuntaba a resignificar de algún modo la concepción independentista de San Martín, Artigas, Belgrano, Güemes, Bolívar, Azurduy y tantos otros y otras próceres del siglo XIX, a través de la creación –primero- del espacio denominado ABC (Argentina-Brasil-Chile), al que luego se incorporaron Paraguay, Ecuador, Nicaragua y Bolivia.

Sin embargo, y quizá como marca de un destino fatal que atraviesa la historia de nuestros pueblos, este proyecto que en términos geopolíticos enfrentaba nada más ni nada menos que a los Estados Unidos y el Reino Unido (como una especia de “Vuelta de Obligado” del siglo XX), se vio frustrado por varias razones, entre ellas la muerte por suicidio del entonces presidente de Brasil, Getulio Vargas (el 24 de agosto de 1954), a la vez que en Argentina la cada vez más creciente conspiración anglosajona (británica y estadounidense), en tándem con sus socios locales de la Unión Cívica Radical, conservadores, gran parte de la Iglesia Católica y los partidos Socialista y Comunista, ultimaban detalles para abrir las puertas a la muerte y el espanto, consumado en el bombardeo a Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, primer paso en la imposición de una dictadura cívico-militar-eclesiástica, que no solo persiguió y fusiló. Concretamente entregó el destino soberano del país, a partir de 1956, con el nefasto ingreso al Fondo Monetario Internacional –del que Perón renegaba- y que en nuestros días proporciona una de las peores pesadillas para el pueblo argentino.

Desde entonces, muchas fueron las luchas por retomar ese camino. La mayoría de ellas frustradas no solo por la inmensa fortaleza que ostentan los poderes que se enfrentan. También por infantilismos, sectarismos, egos y carencia de conducciones estratégicas en la región,  que comprendan en plenitud la imperiosa necesidad de la unidad política, que da la fuerza para que la cohesión se transforme en solidaridad.

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