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Balance 2022: poder y guerra

Por Luis Fernando García Núñez (Desde Santander, Colombia, especial para Mariano Moreno Noticias) ¿Cuántos son y quiénes son? ¿Qué quieren realmente? ¿Luchan por la libertad y la democracia o por sus intereses particulares? Estas y otras preguntas pueden ayudar a entender este mundo en pleno apocalipsis.

Unos pocos hombres y mujeres deciden la suerte de millones de personas que, entre asombradas y temerosas, ven como el planeta avanza hacia su catastrófico final. Las tormentas y los huracanes, los incendios y los terremotos, las inundaciones y las sequías –y las pandemias–, son ahora, como nunca, el pan de todos los días, sin que esos todopoderosos hombres y mujeres asuman su responsabilidad frente a la tragedia. En Somalia y Haití, por dar un ejemplo, mueren de hambre miles de personas, y cientos de inmigrantes se ahogan en otras latitudes del universo. Nunca antes la historia universal vivía tantas incertidumbres al tiempo y tanto terror, ni se veían fortunas fabulosas en las manos de unos pocos que compran y venden a cualquier precio lo que les da poder y fama: ¡Una farándula canalla y tirana!

Es inútil que esta dirigencia universal entre en razón. Priman sus intereses sobre los de la humanidad. Unos pocos, enriquecidos o empoderados, están atravesados para que la paz no sea posible, para que la dignidad de la humanidad no se haga costumbre. Es una bomba atómica multiplicada, que en cada cumbre promueve el horror de las guerras, de las sanciones, de los bloqueos y los odios, del desastre. Millones de dólares o euros o libras esterlinas para las armas, para desatar la tragedia sobre los pueblos y miles de jóvenes enviados a la muerte para defender lo que esos pocos privilegiados, desde la seguridad de sus blindados palacetes, quieren poseer a las buenas o a las malas. Bombas y cañones de todos los tamaños y el desarrollo cibernético y las comunicaciones al servicio de la violencia y la ofensiva. Ni una mirada a miles de millones de seres humanos postrados en la miseria, el hambre y el dolor.

La justicia y el derecho no hacen mella en esas mentes perturbadas que en las tribunas del poder deciden la suerte del universo. Siempre tienen la ley y los artículos y los principios a su entera disposición y unos cuantos cientos de políticos y negociantes a su servicio para imponer su autoridad y desarrollar sus mezquindades. Los acuerdos internacionales, para abordar los desastres del cambio climático, son burlados o alterados con el mismo cinismo con el que, sin inmutarse, entregan fortunas para seguir una o muchas guerras. Nada los conmueve. Su poder está por encima de las Naciones Unidas, de los organismos internacionales, de los millones de seres humanos que están a la deriva y enfrentan el terror de las bombas, de la destrucción y el hambre.

Termina un año pavoroso para la Tierra. Empezó mal y termina mal y nada hace pensar que la sensatez y la compasión puedan llegar a esos corazones invadidos por la usura y el odio. Están ahí, dispuestos a seguir ordenando destrucciones, ahí para imponer sus retorcidas decisiones, ahí para enredar la paz del mundo, están ahí para vender sus armas y para guardar los millones que se ganan destruyendo el mundo, como si con ellos pudieran vivir en los próximos años, cuando el agua y el oxígeno y la vida hayan desaparecido. Sí, están dispuestos a seguir todas las guerras y a provocar más si ello es necesario. Dispuestos a borrar de la faz de la tierra la libertad y la democracia y la justicia y la honra del género humano, en nombre de su macabro totalitarismo.

¿Cuánto tendrán que hacer los seres humanos para calmar esta maldición universal?  ¿Cuántos caminos habrá que recorrer para probar que se vive una desventura universal? ¿Cuándo los verdaderos culpables reconocerán su activa participación en este genocidio? ¿Quién le podrá contar a las futuras generaciones la verdad, si hay futuras generaciones? ¿Quiénes podrán contar la verdad antes de ser ejecutados por los servicios secretos de los poderosos? ¿Cuántos podrán entender la razón de este clamor?

Son apenas unas preguntas frente a este complejo mundo de unos pocos que gobiernan según sus fríos cálculos económicos y políticos, que imponen sus oscuros principios para estimular la producción de armas, de progreso científico para hacer más precisos los bombardeos, para lograr envenenar las aguas de los ríos y los mares y destruir la vida de las naciones pobres, saqueadas por la avaricia de las multinacionales. Sanciones y bloqueos van y vienen sin pensar en los millones que las sufren, sanciones para alcanzar los triunfos con el hambre de los pueblos, sanciones para violar todos los derechos.

Quizás, como dijo Cervantes, “la guerra es un juego que los reyes, si sus súbditos fueran juiciosos, no jugarían nunca”. Sí, si los súbditos son las mayorías y el mundo pende de su dignidad y de sus principios. Ni los más corruptos jueces, que los hay -y muchos-, podrían destruir el poder y el sentir de los pueblos.

Ojalá en el 2023 prime la cordura y la paz.

 

 

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