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El suicidado por la derecha criolla

Por Maximiliano Borches. Como en una trama de un policial negro, en horas de la madrugada del domingo 18 de enero del 2015 –año de elecciones presidenciales- el ex-fiscal de la UFI-AMIA Alberto Nisman, apareció muerto en el baño de su lujoso departamento de Puerto Madero. El lunes siguiente tenía que declarar frente ante Diputados por su denuncia contra la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, y otros funcionarios de esos años, por supuesto “encubrimiento” del Estado teocrático de Irán, en el ataque terrorista contra la sede de AMIA-DAIA. Sus “pruebas” eran simples recortes de notas periodistas del diario “Clarín” y otros. La motivación política para la que fue utilizado: hundir al gobierno peronista. La última llamada telefónica que tuvo fue con la polifacética Patricia Bullrich. El suicidio (¿inducido?) de Nisman fue el comienzo del lafware en nuestro país. Una trama de agentes secretos estadounidenses, israelíes y argentinos, corrupción, prostitución VIP y abultadas cuentas en dólares no declaradas, formaron parte del universo Nisman.

Por estos días, el juez Marcelo Martínez de Giorgi, investiga el origen de una cuenta secreta, que el entonces fiscal de la UFI-AMIA Alberto Nisman, tenía en el Banco Merrill Lynch de Nueva York, con un saldo de 660 mil dólares. Para ocultar que era el dueño del dinero, puso como titulares a su madre, Sara Garfunkel, a su hermana, Sandra Nisman y al técnico informático Diego Lagomarsino. Pero Nisman se puso a sí mismo como apoderado, es decir como la persona que manejaba la cuenta.

A su vez, Rodolfo Canicoba Corral, el juez que tuvo el expediente al principio, también tenía indicios de alguna propiedad oculta en Miami y otra cuenta en un banco israelí. Los informes están pendientes. Por ahora, se mantiene la sospecha de que la fortuna oculta por el convertido “héroe” de la derecha criolla, tras su suicidio (¿inducido?) hace hoy seis años, provendría de fundaciones ligadas a la derecha estadounidense, como así también de otros destinos que aún quedan por revelar.

El 2015 no fue cualquier año

El 2015 fue un año de enorme importancia política para nuestro país: se elegía presidente. Desde el 2009, el denominado “Círculo Rojo”, o quienes dan forma vital al stablishment en nuestro país, comenzó a operar de manera intensa sobre el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, quien un año más tarde fue reelecta por casi el 54% de los votos.

La derecha criolla, monitoreada desde Washington estaba inquieta. Argentina y la región habían vuelto a transitar un sendero que ponía en jaque algunos de sus intereses, y en particular, los geopolíticos de Estados Unidos en esta parte del planeta. Se estrenaba una nueva estrategia, un nuevo modo, de atacar gobiernos populares y democráticos: el lafwfare (o guerra jurídica), que en acción conjunta con el despliegue de una megacampaña mediática de desinformación, manipula el aparato judicial y los principales medios de comunicación, con el objetivo de colonizar subjetividades y “crear” las condiciones favorables para ensuciar con mentiras y tácticas de zancadillas, las acciones de un gobierno, propiciando su descrédito popular y posterior caída o derrota. El más grandes sueño de Joseph Goebbels convertido en realidad: ya no hacen falta sacar los tanques a la calle, para derribar gobiernos democráticos.

Apenas comenzado aquel año electoral que terminó con la victoria del olvidable Mauricio Macri, el 18 de enero para ser más precisos, el stablishment actuó sin compasión, como se suele actuar políticamente en Argentina. De manera demasiado concreta, para aquellos que se auto-complacen imaginando que el mundo puede ser mejor.

A tan solo 48 horas de declarar ante el Poder Legislativo, por una ridícula “causa” únicamente sostenida por recortes de notas periodísticas publicadas por el matutino “Clarín” y otros, la derecha criolla, utilizando la figura del corrupto ex-fiscal de la UFI-AMIA, Alberto Nisman,  pretendía acusar al entonces gobierno peronista, de “Encubrimiento” al Estado teocrático de Irán por el atentado sufrido en la sede de AMIA-DAIA, producido aquel nefasto 18 de julio de 1994.

Inmediatamente, y sin demostrar prueba alguna, los principales medios de comunicación, y la oposición PRO/UCR/Lilito, acusaron directamente a la entonces Presidenta por la muerte de Alberto Niman. Con Macro en el Gobierno, la entonces ministra de Seguridad Particia Bullrich, manipuló a la Gendarmería para intentar por todos los medios, demostrar que “alguien” lo mató, cuando Nisman estaba solo en su casa, aquella trágica madrugada. El macrismo/radicalismo no pudo brindar una sola prueba que justificase su tésis.

El suicidio está científicamente comprobado a través de la autopsia del cuerpo médico forense y de la pericia de mancha de sangre que hizo la Policía Federal”, explica el periodisa Pablo Duggan, en su libro “¿Quién mató a Nisman”, a la vez que asegura que según sus fuentes, Nisman tenía miedo de que lo echaran de la UFI-AMIA como al exespía Jaime Stiuso en diciembre de 2014. “Tenía un modus operandi; cuando tenía algún problema con alguien lo acusaba de encubrimiento. Lo hizo con Nilda Garré muchos años antes”, afirma.

“La denuncia contra Cristina lo único que buscaba era impedir que lo echaran de la causa AMIA porque eso le garantizaba impunidad”, expresó el periodista. “Estaba preocupado de que la AFIP lo estuviese investigando, estaba muy flojo de papeles.»

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