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Asumir sin la frescura de lo novedoso

Por Maximiliano Borches. Por primera vez desde la recuperación para siempre de la democracia, hace 40 años, el próximo Presidente asumirá sin la alegría ni la esperanza que genera lo “novedoso”, en el imaginario popular. El anarco-capitalista Javier Milei, no solo basó su campaña sin prometer un “futuro próspero” (lo que, indudablemente, superó a toda la literatura política de campaña conocida hasta el presente, y hasta fue recibido con satisfacción en algunos sectores de la sociedad), sino todo lo contrario. Su programa de gobierno, su proyecto económico, pertenecen a la narrativa de la primera mitad del pasado siglo XX, en un mix con los postulados de José Alfredo Martínez de Hoz y Domingo Cavallo.

Puntualmente, la concepción del liberal-libertario sobre la “nueva Argentina”, es la que existía antes de la puesta en marcha de las distintas políticas de conquistas de derechos y desarrollo productivo nacional, que comenzaron a aplicarse desde el 27 de noviembre de 1943 cuando un por entonces ignoto coronel del Ejército Argentino, Juan Domingo Perón, asumía como secretario de Trabajo y Previsión, y comenzaba a delinear la única revolución política, económica, social y democrática argentina, conocida hasta el momento.

En este sentido, no fue casual su primer discurso leído como presidente electo aquel domingo 19 de noviembre, en la que una de sus principales referencias estuvo basada en el siglo XIX, con Juan Bautista Alberdi como mascarón de proa. “Las ideas de nuestros padres fundadores, que hicieron que en 35 años, de ser un país de bárbaros, pasáramos a ser la primera potencia mundial”, leyó Milei apenas empezaba a saborear su victoria electoral. Sin dudas, Milei reivindica al Alberdi anti-rosista, no al anti-mitrista que condenó el genocidio contra el pueblo paraguayo durante la denominada “Guerra de la Triple Alianza”.

Sin embargo, la clave que destroza toda idea de frescura ante el cambio de gobierno que votó la mayoría del pueblo argentino, es el feroz ajuste anunciado y su inevitable consecuencia represiva. La degradación social comenzará por la quita de subsidios al transporte público y al pago de los consumos de agua, gas y luz (aumentos indirectos del salario que se perdieron de vista como defender, o se explicó mal como hacerlo), como así también a los medicamentos y servicios para las y los jubilados y pensionados y el freno a la obra púbica, que no solo dejará (como comenzó a suceder en momentos que escribo esta columna) a decenas de miles de argentinos sin trabajo, sino que resultará demoledor para toda la industria que gira alrededor de la obra pública, que también genera decenas de miles de puestos de trabajo desde el ámbito privado.

A esta dramática situación, que de a poco asoma como deja vú de los ’90, y en perspectiva a los fugaces dos años del olvidable último presidente radical, Fernando de la Rúa, se le suma –también en una primera etapa-, las decenas de miles de trabajadores industriales y públicos que perderán sus puestos de trabajo con la reducción de ministerios, secretarias y las amenazas no abandonadas de privatizar la TV Pública, Radio Nacional, Télam, Enarsa, Aguas Argentinas, YPF, trenes, Vaca Muerta, Arsat, Fabricaciones Militares, la Fábrica Argentina de Aviones (FAdeA) y volver al desguace de Aerolíneas Argentinas, también para su futura privatización.. Las reiteradas variables del ajuste neoliberal.

Esta penosa incertidumbre y malestar que se vive en cuotas hasta el próximo 10 de diciembre, cuando finalmente Milei asuma como presidente de todos los argentinos, deja a la esperanza sin su traje de lo nuevo, y condiciona aún peor a toda una población que ya la viene pasando mal con la imparable inflación y sus demoledoras consecuencias.

No es el objetivo de este artículo analizar los pormenores de la derrota del peronismo y aliados en “Unión por la Patria”, como tampoco la victoria de “La libertad Avanza”, hoy convertida en el pacto Milei-Macri-Schiaretti. Ya habrá tiempo para eso, y en el caso de la derrota, ésta deberá comenzar a ser evaluada por las y los responsables de la misma, sin excepciones ni filtro. Desde Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, para abajo, todos son responsables de la agudización de la crisis, como del fracaso electoral.

Lo concreto, es que a 40 años de recuperada para siempre la democracia en nuestro país, tras la heroica resistencia de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y otros organismos de DDHH que en plena dictadura cívico- militar no tuvieron miedo y enfrentaron a las bestias, junto a los gremios nucleados en la entonces “CGT-Brasil”, bajo la conducción del mítico dirigente Saúl Ubaldini, quien encabezó los tres paros generales que enfrentaron los represores y verdugos; hoy, las y los argentinos volveremos a sufrir las consecuencias de las transformaciones estructurales neoliberales que están en carpeta, entre los cuales, incluye la precarización laboral, jubilatoria, educativa, tecnológica, científica y de la sanidad pública.

Javier Milei asumirá sin la frescura de lo novedoso, porque nadie podrá hacerse el sorprendido ante las medidas que desde hace meses anuncia que tomará. Sin embargo, la legalidad de su triunfo resultante del voto soberano, no se traducirá en la legitimidad del pavoroso ajuste que solo podrá aplicar con represión y persecución.

 

 

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