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La oscuridad como gran metáfora del macrismo

Por Maximiliano Borches. La oscuridad es lo opuesto a la luz, y se caracteriza precisamente por la ausencia de luz visible. La respuesta emocional del ser humano a la oscuridad dio origen a numerosas metáforas, pertenecientes a muy diversas culturas y mitologías. En términos sociales y económicos, Argentina atraviesa una etapa de oscuridad, cuyo origen se remonta al 11 de diciembre de 2015. Una oscuridad que bien podría ser envidiada por el poeta Homero, ya que la misma se materializó en toda la Argentina, no como metáfora, sino como literalidad. El masivo apagón que dejó a la población argentina sin luz, es la realidad que mejor define al gobierno de coalición PRO-UCR-ARI-Pichetto, en Cambiemos.

Por primera vez en su historia toda la Argentina se quedó sin luz, a pesar de haber transitado varios momentos de profunda oscuridad en su devenir histórico. Si algo faltaba para completar el ciclo del gran declive nacional iniciado el 11 de diciembre de 2015, de cuya responsabilidad un vasto sector de la sociedad no está exenta, fue el masivo apagón que no sólo dejó sin luz a casi todo el país (excepto solo Tierra del Fuego), sino que además ocasionó en cientos de miles de compatriotas enormes pérdidas económicas, ya sea por la quema de electrodomésticos que nadie les va a devolver, como por las pérdidas de toneladas de mercadería sufrida por comerciantes de distintos rubros, en un domingo donde además, se festejaba el “Día del Padre”.

La oscuridad como metáfora

Distintos pueblos han tomado a la oscuridad, y su gran misterio que ocasiona temores y preguntas, como inicio para comenzar a explicar el origen de la vida según las distintas visiones étnico/culturales. El más conocido por nosotros es el relato bíblico, de origen judío, que más tarde tomará el cristianismo cuando irrumpe en Occidente, como desprendimiento de éste. En la Biblia, figura el “Bereshit” (“Génesis”, en hebreo), en el que da cuenta de la “Creación del mundo por parte de Dios”. En dicho relato, el mundo era “caos y oscuridad”. En este sentido, es de destacar también, que en los atrapantes –por momentos- relatos de La Biblia, la oscuridad vuelve a aparecer más adelante, como una de las “Diez plagas” que Dios arroja sobre Egipto, para que el pueblo hebreo sea liberado de su condición de esclavo que allí tenían.

Otro de los pueblos que se refieren a la “oscuridad” con verdadera maestría, son los antiguos griegos. En sus relatos religiosos  -o mitológicos, definición que abarca a la totalidad de los diversos relatos religiosos-, existía un Dios llamado “Érebo”, cuyo nombre significa ‘oscuridad’ o ‘sombra’, y es” un dios primordial de la mitología griega considerado como el dios de las sombras y Señor de las Tinieblas que cubren los rincones ocultos y las regiones subterráneas del mundo”, según explica Robert Graves, en su libro “Los mitos griegos”.

Érebo, dios griego de la oscuridad y las sombras

Y así, podríamos hacer referencia a cada uno de los pueblos de la humanidad, que a través de la construcción de relatos orales y escritos edificaron su visión del mundo, sus  identidades y la construcción de sus hegemonías, a partir de fantásticas descripciones no exentas de mística y religiosidad, pero todas, con su epicentro en la oscuridad.

La oscuridad como una realidad argentina

En Argentina, la oscuridad se presentó con distintos rostros desde la creación misma de su identidad territorial y nacional. Las criminales matanzas de unitarios y la centralización porteña (como síntesis), marcaron a fuego el Siglo XIX. Durante el Siglo XX, criminales golpes de Estado cívico-militares-eclesiásticos, atravesaron como rayo de muerte el destino de varias generaciones de compatriotas, alcanzando el paroxismo de la crueldad durante el bombardeo sobre Plaza de Mayo, del 16 de junio de 1955, que causó la muerte de casi 400 civiles y dejó heridos y mutilados a más de 800 (en cuyo nuevo aniversario de la barbarie, casualmente – o no- se produjo el gran apagón nacional). Otro caso, fue la mayor matanza planificada de argentinos, que se impuso a partir del 24 de marzo de 1976, hasta el 10 de diciembre de 1983, cuando nuestro pueblo recuperó para siempre la democracia.

Por fuera de estas experiencias del horror, la oscuridad, en otra de sus versiones: la de la miseria planificada, de la exclusión, de la destrucción del entramado productivo nacional y fundamentalmente de la ausencia del Estado ante sus responsabilidades para con los sectores más humildes de la población, es la nueva etapa de oscuridad, que atraviesa el pueblo argentino desde el 11 de diciembre de 2015 a la fecha.

Más de 600 mil empleos formales e informales perdidos en los últimos tres años y medios, más de 15 mil PyMEs cerradas, la desaparición de pueblos por el cierre de sus únicas fuentes de trabajo, un endeudamiento atroz  que supera los 240 mil millones de dólares, el 63% de los menores en el conurbano bonaerense bajo la línea de pobreza, el 54% del total de los menores de todos el país en esa misma condición, son sólo algunos ejemplos de la oscuridad que atraviesa el pueblo argentino.

Sin embargo, al igual que en las descripciones narrativas mitológicas citadas más arriba, la oscuridad se presenta como una etapa a superar. Argentina, comenzó a desandar un camino nuevo, no exento de trampas, algunas dudas y peligros, pero que se perfila a recuperar la dignidad destruida en estos tres años y medio de gobierno de coalición PRO-UCR-ARI-Pichetto, en Cambiemos.

 

 

 

 

 

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