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En Argentina, la tragedia se repite como tragedia

Por Maximiliano Borches. A 48 años de iniciada la última –y más sangrienta- dictadura cívico-militar-eclesiástica, el pueblo argentino transita amargamente las consecuencias del mismo plan económico que ideó José Alfredo Martínez de Hoz, y que en ese momento solo pudo aplicarse a punta de bayoneta, desapariciones forzadas de personas, picana y vuelos de la muerte.

Sin embargo, la gran diferencia entre el presente angustioso y aquel pasado siniestro -de la que principalmente debe hacerse cargo la política- es que la actual repetición de la tragedia se da por el voto en balotaje del 56% de las y los argentinos, que a 41 años de recuperada para siempre la democracia en Argentina, legalizó “la miseria planificada” a través de las urnas, tras una sumatoria imperdonable de errores políticos, surgimiento de nuevas burocracias, sectarismos, egos oscuros como eclipses de luna, tibiezas y desviaciones doctrinarias del principal movimiento político de América, y uno de los principales del mundo que como una especie de profecía, por ahora se mantiene en pie en pleno siglo XXI tras haber nacido como opción de rebeldía popular revolucionaria en el pasado siglo XX: el peronismo.

En su aún joven devenir histórico de 218 años (si tomamos como punto de partida la organización autogestiva de criollos que frenaron a las dos invasiones inglesas durante la Buenos Aires colonial), la Argentina continúa sin definir un rumbo concreto que la corone definitivamente como nación soberana, ya sea a través de un sistemático programa educativo y cultural que afiance la conciencia nacional, y que se respalde en una serie de políticas de Estado que prioricen el desarrollo científico, tecnológico, industrial, naval, aéreo y cibernético argentino, desde una estratégica mirada sur-sur, que contemple una amplia unidad de acción con los países hermanos de América Latina, África y Asia.

O, por el contrario, que termine de definir su condición colonial (o “neocolonial”, según la preferencia conceptual), en consonancia a como soplan los actuales vientos políticos. Esto, claro está, planteado en términos de mayorías populares que respalden un proyecto concreto de país.

Una vez más, como sucedió en 1955 tras el criminal bombardeo de la aviación naval argentina sobre la población civil en Plaza de Mayo y otros puntos de Buenos Aires, en nombre de la “Libertad” (en ese momento fue la denominada “Revolución Libertadora”), se reimplanta el terrorismo económico travestido de “sinceramiento de precios, de pagos de alquileres, de combustibles, de prepagas, etc.” (eufemismo que solo en tiempos de posverdad puede funcionar) y se anestesian conciencias desde la artillería mediática conspiradora y la falsa promesa de “esperar unos meses más, que vamos a estar mejor”.

En el prólogo de su formidable “Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, Carlos Marx planteaba que “la historia se presenta como tragedia y se repite como farsa”. En Argentina, un país al que Marx no solo nunca nombró en sus escritos, sino que hubiera despreciado en su tiempo porque no había burguesía, y por ende no había “lucha de clases”, sino gauchos federales que peleaban por una patria anticentralista; la tragedia, se repite como tragedia.

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