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La más maravillosa música

Por Jenny  Rodríguez Bordagaray. A 46 años de su paso a la inmortalidad, y tras el contundente crecimiento que registró su imagen política, y su consolidación como líder popular aquel 17 de octubre de 1945, Juan Domingo Perón, llegó al gobierno pocos meses después, con un mandato: cambiar la realidad de todos los argentinos.

Para los sectores tradicionalmente conservadores, esta irrupción generó un cambio negativo, ya que intentó modificar la estructura económica del país fomentando la industria estimulando el mercado interno. En este último punto entraban en escena  los trabajadores, por entonces carentes de derechos laborales, postergados y excluidos. Así llegaron los planes Quinquenales, la revolucionaria Constitución de 1949, la Ley del voto femenino y tantas otras políticas que transformaron los privilegios de unos pocos en derechos para todos.

Transcurrieron tres mandatos presidenciales (exilio y proscripción de casi 18 años de por medio), en los que el Movimiento Justicialista se fortaleció de la mano de un líder que supo conducir a la masa, darle una doctrina que la contenga.

La muerte del General lo multiplicó por millones, incluso alcanzando a generaciones no contemporáneas a él, mediante los relatos de padres, abuelos, compañeros y también a través de la realidad efectiva porque Juan vive en cada medida tomada a favor del pueblo. Así como en cada olla popular. En cada unidad básica y en cada movilización sindical. Juan, vive cada vez que alguien accede a completar sus estudios, que un laburante cobra el aguinaldo. Que un chico recibe la vacuna y que un jubilado cobra su haber. Juan vive cada vez que nos conmovemos, accionamos o participamos en pos de nuestro objetivo supremo: que reine en el pueblo el amor y la igualdad

Por eso hoy, a 46 años del paso a la inmortalidad de nuestro conductor, la Argentina sigue analizando, interpelando, debatiendo e intentando comprender el complejo y trascendental fenómeno del peronismo, nutrido por los preceptos de su doctrina, plena de mística y con tres fines irrenunciables: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Estos mandatos se defienden con convicción, y con el amor que Perón nos persuadió a tener por los compatriotas, y sin dejar de lado que,  además, nos legó al movimiento obrero como puntal de lucha permanente por nuestros derechos laborales.

Sin embargo, es innegable que aún dentro del peronismo existen tantas ramas que componen nuestro árbol genealógico ,y que cada una de ellas se referencia en tal o cual personaje de la actualidad (algunos con más poder de decisión que otros), y no está mal tener matices ni discrepancias siempre y cuando sepamos mantener una unidad indestructible e infinita que nos permita seguir ampliando derechos y trabajando para engrandecer primeramente a la Patria. Luego, a nuestro movimiento y en última instancia al individuo, como nos enseñara Perón,  pero esta es una certeza que deben mantener en vigencia (y a través de los hechos) los dirigentes y que las bases no podemos ni debemos dejar de exigirles. Aún con estos aprendizajes pendientes, el peronismo a diferencia de los demás no es un simple partido sino un movimiento político y aquí radica nuestra mayor fortaleza y también, a mi humilde entender, la principal razón de su vigencia.

Por lo tanto, podemos mirar la vida política con diferentes cristales pero no pueden ser distintos nuestros fines como parte del todo y a la hora de rescatar al pueblo del abandono, el atropello y el antiperonismo debemos poder accionar unidos como el 27 de octubre de 2019 cuando le dimos el triunfo a la fórmula del Frente de Todos, cuya columna vertebral es el Partido Justicialista.

La muerte del General lo multiplicó por millones, incluso alcanzando a generaciones no contemporáneas a él, mediante los relatos de padres, abuelos, compañeros y también a través de la realidad efectiva porque Juan vive en cada medida tomada a favor del pueblo. Así como en cada olla popular. En cada unidad básica y en cada movilización sindical. Juan, vive cada vez que alguien accede a completar sus estudios, que un laburante cobra el aguinaldo. Que un chico recibe la vacuna y que un jubilado cobra su haber. Juan vive cada vez que nos conmovemos, accionamos o participamos en pos de nuestro objetivo supremo: que reine en el pueblo el amor y la igualdad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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